R. G. Collingwood
Introducción
La filosofía de la historia. Fue acuñada en el siglo XVIII por Voltaire, quién solo quiso significar con ella la historia crítica o científica. Hegel del siglo XVIII, para referirse pura y simplemente a la historia universal o mundial. Un tercer sentido de la designación se encuentra en varios positivistas del siglo XIX, para quienes la filosofía de la historia consistía en el descubrimiento de las leyes generales que gobiernan el curso de aquellos acontecimientos cuyo relato corresponden a la historia. La tarea postulada por la “filosofía” de la historia, según la entendían
Voltaire y Hegel, solamente podía cumplirse por la historia misma, mientras que para los positivistas se trataba del intento de convertir la historia, no en una filosofía, sino en una ciencia empírica, como la meteorología.
Voltaire, filosofía significaba pensar como independencia y críticamente para Hegel, significaba pensar acerca del mundo en su totalidad, para el positivista del siglo XIX, significaba el descubrimiento de leyes uniformes.
Collingwood: “La filosofía es reflexiva”.
A la filosofía puede llamársele pensamiento en segundo grado, pensamiento acerca del pensamiento (No quiere decir que la filosofía sea la ciencia de la mente).
Pero la filosofía jamás se ocupa del pensamiento por si solo; siempre se ocupa de su relación con su objeto, y por lo tanto se ocupa del objeto en la misma medida en que se ocupa del pensamiento.
Para el filósofo, el hecho que reclama su atención no es el pasado por sí solo, como acontece para el historiador, ni tampoco es el pensar del historiador acerca del pasado por sí solo, como acontece para el psicólogo. Para el filósofo el hecho es ambas cosas en su mutua relación. El pensamiento en su relación con su objeto no es puramente pensamiento sino que es conocimiento.
El psicólogo se pregunta cómo piensan los historiadores, el filósofo se pregunta cómo conocen los historiadores.
El filósofo, le compete, pues, preguntar, no qué clase de sucesos fueron y cuándo y dónde acontecieron, sino cuál es su condición que hace posible que el historiador pueda conocerlos.
El filósofo debe pensar acerca de la mente del historiador, para el pensamiento del historiador, un sistema de conocimiento. También debe el filosofó pensar acerca del pasado, para él, el pasado no es una serie de sucesos, sino un sistema de cosas conocidas.
Desde entonces, hasta hace un siglo, ha habido dos grandes épocas constructivas de la historia europea. En la Edad Media los problemas centrales del pensamiento se referían a la teología y, por consiguiente, los problemas filosóficos surgieron de la reflexión sobre la teología y se ocupaban de las relaciones entre Dios y el Hombre. A partir del siglo XVI, hasta el siglo XIX inclusive, el esfuerzo principal del pensamiento tuvo por meta la fundamentación de las ciencias naturales, de donde resultó que la filosofía erigió en tema capital el estudio de la relación entre la mente humana, en cuanto sujeto, y el mundo natural de las cosas situadas espacialmente en torno a ella, en cuanto objeto.
En el siglo XVIII, sin embargo, la gente empezó a pensar críticamente acerca de la historia.
El pensamiento histórico postuló un objeto dotado de peculiaridades propias. El pasado, en efecto constituido por acontecimientos particulares situados en el tiempo y el espacio.
Tampoco puede aprehenderse el pasado por vía del pensamiento teológico porque el objeto peculiar de ese tipo de pensamiento es un objeto singular e infinito, en tanto que los sucesos históricos son finitos y plurales. Lo mismo debe decirse del pensamiento científico, porque las verdades que descubre la ciencia se conocen como verdad al ser encontradas por la vía de la observación y del experimento ejemplificado en aquello que en realidad percibimos; pero en el caso de la historia el pasado ha desaparecido y las ideas que nos formamos, acerca de él no pueden ser verificadas de la manera que verificamos nuestras hipótesis científicas.
Los problemas filosóficos creados por la existencia de la actividad de la investigación histórica organizada y de filosofía de la historia, y a semejante inquisición aspira a contribuir este libro.
Dos etapas se presentarán a medida que progrese el estudio. Primero se tendrá que elaborar la filosofía de la historia. Se la considere como un estudio especial de un problema especial. El problema, en efecto, pide tratamiento especial.
La segunda etapa consistirá en establecer las relaciones entre esta nueva rama de la filosofía y las viejas doctrinas tradicionales.
Se producirá una nueva filosofía que será una filosofía de la historia en sentido lato, es decir, una filosofía completa concebida desde el punto de vista histórico.
Lo que aquí intento, en efecto, es una investigación filosófica acerca de la naturaleza de la historia considerada como un tipo o forma especial del conocimiento que tiene un tipo especial de objeto.
2. La Naturaleza, el objeto, el método y el valor de la historia.
La historia, como la teología o las ciencias naturales, es una forma especial del pensamiento.
Si eso es así, las cuestiones acerca de la naturaleza, el objeto, el método y el valor de esa forma del pensamiento tienen que ser contestadas por personas que reúnen las condiciones.
La primera condición que tengan experiencia de esa forma de pensamiento. Tienen que ser historiadores.
La experiencia del pensar histórico adquirida por esas vías se modela sobre lo que dicen los libros de texto, y los auténticos historiadores al día de algún momento en el pasado cuando se estaban creando el material en bruto del cual se compaginó el libro de texto. Y no son tan sólo los resultados del pensamiento histórico lo que está atrasado para la fecha en que incorporados al libro de texto, sino también los principios que rigen el pensamiento histórico, es decir, las ideas acerca de la naturaleza, el objeto, el método y el valor de ese tipo de pensamiento. En tercer lugar, la ilusión de lo definitivo. Respecto a cualquier materia, tiene que creer que las cosas están bien establecidas, puesto que su libro de texto y sus maestros así lo consideran. Aunque en realidad nada está finalmente establecido.
A los llamados hechos bajo una nueva luz y se pregunta si aquello que su libro de texto y su maestro le enseñaron como cierto, realmente lo es. Sí el estudiante sale del estado pupilar y no prosigue sus estudios, jamás logra desechar la actitud dogmática.
La segunda condición que debe reunir una persona para contestar esas preguntas consiste en que no sólo tenga experiencia del pensar histórico, sino que también haya reflexionado sobre tal experiencia. Tiene que ser no sólo un historiador, sino un filosofó, y en particular que su preocupación filosófica haya concedido especial atención a los problemas del pensar histórico.
Aun el historiador menos reflexivo reúne la primera condición: posee la experiencia sobre la cual ha de reflexionarse, y cuando se le incita a reflexionar sobre ella, es casi seguro que sus reflexiones sean pertinentes.
a)
La definición de la historia. La historia es un tipo de investigación o inquisición. Genéricamente pertenece que llamamos las ciencias, es decir, a la forma del pensamiento que consiste plantear preguntas que intentamos contestar. Esa es la razón de que toda la ciencia empieza con el conocimiento de nuestra propia ignorancia; no de nuestra ignorancia acerca de todo, sino acerca de alguna cosa que precisa. La ciencia averigua cosas, y en este sentido la historia es una ciencia.
b) El objeto de la historia. Respondo que averigua res Gaete, actos de seres humanos que han sido realizados en el pasado. La historia es la ciencia del res Gaete, o sea el intento de contestar cuestiones acerca de las acciones humanas realizadas en el pasado.
c) ¿Cómo procede la historia? La historia procede interpretando testimonios. Entiéndase por testimonio la manera de designar colectivamente aquellas cosas que singularmente se llaman documentos, en cuanto un documento es algo que existe ahora y aquí, y de tal índole que, al pensar el historiador acerca de él, pueda obtener respuestas a las cuestiones que pregunta acerca de los sucesos pasados. Los historiadores concederán que el proceder en historia, o sea su método, consiste esencialmente en la interpretación de testimonios.
d) Por último, ¿Para qué sirve la historia? Mi contestación es que la historia sirve para el autoconocimiento humano.
Sino conocimiento de su naturaleza en cuanto a hombre. Conocerse a sí mismo significa conocer, primero, qué es ser hombre; segundo, qué es ser el tipo de hombre que es, y tercero, qué es ser el hombre que uno es y no otro. La única pista para saber lo que el hombre puede hacer es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el hombre.
3. Los problemas de las partes I-IV
La idea de la historia que acabo de resumir brevemente es una idea moderna. Los historiadores de nuestros días piensan que la historia debe ser a)una ciencia, o sea un contestar cuestiones b) pero una ciencia que se ocupe de las acciones de los hombres en el pasado c)investigadas por medio de la interpretación de los testimonios, y d) cuyo fin es el auto-conocimiento humano. Más no es ésta la manera en que siempre ha sido entendida la historia.
Los sumerios que dentro de la literatura de ese pueblo la historiografía está representada por ese tipo de cosas.
Una inscripción como la que hemos citado expresa una manera de pensar en ningún historiador moderno calificará de historia.
Pero en segundo lugar, el hecho relatado no es de actos humanos, sino de actos divinos.
El conocimiento alcanzado en un relato de esa índole no es, por lo menos no lo es primariamente, un conocer humano acerca del hombre, sino un conocer humano acerca de los dioses.
Su carácter de testimonio histórico, solo se adquiere, en virtud de nuestra actitud histórica respecto a ella, a la manera en que los pedernales prehistóricos o la cerámica romana adquieren el carácter póstumo de testimonios históricos, no porque quienes fabricaban esos pedernales y cerámica pensaron que eran testimonios históricos, sino porque nosotros los tomamos como tales.
Los antiguos sumerios no dejaron tras de ellos nada que podamos calificar de historia. Podremos afirmar que necesariamente la tuvieron, porque para nosotros, la conciencia histórica es un rasgo tan verdadero y tan general de la vida que comprendemos cómo puede faltarle a nadie;
Hace cuatro mil años nuestros percusores en la civilización no poseían lo que nosotros llamamos la idea de la historia. La historia no existía. La historia como existe hoy día, pues, ha surgido en los últimos cuatro mil años en las regiones del Asia occidental y en Europa.
Fuente: R. G. Collingwood
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