lunes, 12 de marzo de 2012

La Historia: Conceptos y Escrituras




Introducción

Geschichte e Historie en alemán, history y story en inglés e incluso historia y storia en italiano, donde un término se refiere a la trama de los acontecimientos y el otro lado alude al relato complejo que la cuenta. La interpretación de estos dos niveles en la lengua francesa traduce, empero, una realidad que nos sitúa desde el comienzo en lo que singulariza la disciplina histórica como conocimiento indirecto, saber únicamente llegado hasta nosotros a través de huellas que se esfuerzan por colmar una ausencia.

Lucien Febvre, el “filosofar” constituye un “crimen capital”.

El objetivo de esta obra no consiste de ningún modo en proporcionar un sistema de la historia y no tiene pretensión alguna de exhaustividad. Más modestamente, quiere ser una invitación a la lectura de los historiadores por los filósofos y de la filosofía de la historia por los historiadores.
Luego de valorizar los fenómenos de larga duración con Fernand Barudel, sobre todo con su tesis defendida en la pos guerra sobre el Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, los historiadores aprecian la magnitud de una conmoción que afecta una gran parte de las ciencias humanas embarcadas en un proceso de humanización. El “viraje crítico” de los Annales a fines de la década de 1980 atestigua esta amplia “conversión pragmática” mediante la cual el historiador toma por fin en serio los actores luego de un eclipse demasiado prolongado.

Una reconfiguración del tiempo y una revalorización de la corta duración, la acción situada, el conocimiento. “El viareja historiográfico” actual, como lo califica el historiador Pierre Nora, invita a la comunidad de historiadores a acudir una vez más a las mismas fuentes históricas a partir de las huellas dejadas en la memoria colectiva por los hechos, los hombres, los símbolos, los emblemas del pasado. En consecuencia, también el estudio de la memoria invita a tomar en serio a los actores del pasado.

Capítulo 1

El historiador: Un maestro de verdad
1.       Herodoto: NACIMIENTO DEL HISTOR

La historia, como modo de discurso específico, nació en un lento proceso y a través de cortes sucesivos con el género literario, en torno a la búsqueda de la verdad. Herodoto, encarna con claridad la tensión de una escritura ampliamente marcada por su lugar de origen, la Grecia del siglo V a.C.

Herodoto sustituye el reino del aedo, el poeta narrador de leyendas y dispensador del kleos (la gloria inmortal para los héroes), por el trabajo de la indagación (historie) llevada a cabo por un personaje hasta entonces desconocidos, el histor, que se asigna la tarea de demorar la desaparición de las huellas de la actividad de los hombres.

El hombre presentado por Cicerón como “el padre de la historia” es un griego originario de Halicarnaso en Jonia, que vivió entre dos grandes conflictos: el de las guerras médicas y el de la guerra del Peloponeso, entre 484 y 420 a.C.
Con Herodoto nace sin dudas el historiador.
1.
1. La polis

El gran vuelco que preside el nacimiento de la historia consiste en la afirmación  de la comunidad ciudadana, la polis. Esencia épica del discurso de la existencia política. El tránsito de Homero a Herodoto es también la manifestación de un inicio de secularización posibilitada por el lugar ocupado por el histor. El maestro de verdad ya no es el actor y se convierte, en cambio, en el ausente de la historia: esa es la posición asumida por el historiador, cuyo discurso es la marca misma de la diferencia, de la distancia atestiguada por el uso de la tercera persona que le permite desplegar su relato.

Las historias de Herodoto llegaron a ser el espejo en el cual el historiador no ha dejado de interrogarse sobre su identidad.
Herodoto consigna las causas profundas del drama que atraviesa su país durante las invasiones bárbaras a partir del caso concreto de las guerras médicas. “Preferimos la vista a todo el resto. La causa radica en que la vista es, entre todos los sentidos, el que nos permite adquirir más conocimientos y nos descubre más diferencias”.

1.2 Primacía del ojo sobre el escrito

El escrito es por entonces el patrimonio del imperio egipcio, donde los escribas cumplen el papel de custodios de las prerrogativas de un soberano autócrata. Las necesidades de su indagación llevaron a Herodoto a multiplicar los viajes a tal extremo que algunos, como jacoby en su tesis de 1913, consideraron que fue un geógrafo y un etnógrafo antes de llegar a ser un verdadero historiador. Desde ese mismo punto de vista, el geógrafo Yves Lacoste emprendió en 1976 un vasto trabajo de investigación en el ámbito de la geopolítica, para el cual uso como emblema el nombre de aquel considera el padre de esta disciplina, en una revista cuyo nombre es, justamente Herodoto.

Las descripciones minuciosas de los escitas dentro de una problemática consistente en hablar de las costumbres de ese pueblo en nombre de un referente que es, de hecho, el de los ciudadanos griegos, sea el de las guerras médicas o el de la estrategia de Pericles.
La respuesta, para Herodoto, consistía en convertirse en nómade e insular frente a la fuerza bruta y masiva, como lo mostró Pascal Payen. La conquista abisma la cronología narrativa tanto con respecto a una temporalidad por dominar como al espacio del cual es preciso enseñorearse.

Herodoto fue presentado como un mentiroso, un simple fabulador. La tradición historiográfica hizo suyo, sobre todo, el violento ataque de Plutarco, lanzado en el siglo I D.c. con Sobre la malevolencia de Herodoto, cuya tesis es que éste no sólo es un mentiroso, sino un mentiroso malévolo.

Habrá que esperar hasta el silgo XVI para que Herodoto salga del purgatorio con la obra de Henri Estienne, que en 1566 le consagra una verdadera apología.
Herodoto padre de la historia y por tanto de la verdad y, al mismo tiempo, padre de las mentiras.

2.       Tucídides o el culto de la verdad
2.1 La desclasificación de la obra de Herodoto

Tucídides cuenta que, de niño, tuvo la oportunidad de escuchar a Herodoto en persona narrar sus historias en Olimpia. Herodoto sufre una descalificación casi inmediata de parte de su discípulo Tucidides, quien le reprocha estar aún demasiado cerca de la leyenda y demasiado lejos de las estrictas reglas de establecimiento de la verdad. Herodoto pasa entonces por un fabulador, demasiado dispuesto a la invención para llenar las lagunas documentales. Padre de la historia, se convierte igualmente en padre de las mentiras.


 Tucidides “Cuyas composiciones aspiran al agrado del oyente más que a la verdad, Herodoto en un mitólogo.”

   La verdad se convierte en la razón de ser del historiador, y Tucidides plantea una serie de reglas constitutivas del método por seguir: Solo hablo como testigo presencial o después de hacer una crítica tan cuidadosa y completa como sea posible de mis informaciones.

   Tucídides reduce la operación historiográfica a una restitución del tiempo presente resultante de una borradura del narrador, que da un paso al costado para dejar hablar con mayor claridad a los hechos.

   En el nacimiento mismo del genero histórico, encontramos entonces la ilusión de una auto borradura del sujeto historiador y de su práctica de escritura, para darle al lector una mejor impresión de que los hechos hablan por sí solo.

   Si bien es exagerado reprochar a Tucídides, como lo hace Loraux, la falta de seguimiento de un protocolo mínimo de investigación, de posible verificación de las fuentes según reglas normativas ulteriores, es pertinente, empero, desenmascara la ilusión del cierre de los expedientes históricos, que será compartida durante mucho tiempo por el medio de los historiadores.

2.2 Las lecciones de la historia.

   Tucídides se erige en historiador para poner orden en el caos de acontecimientos que infligió un revés a su carrera política: Escribe sobre la regla del Peloponeso, Atenas, en cuyo transcurso se enfrentaron a Atenas y Esparta.

   Para Tucidides, como para Herodoto, la historia es asunto de los hombres y, por lo tanto, hunde sus raíces en lo más profundo de la psicología.

   El historiador es entonces un verdadero clínico, y la calidad de su diagnóstico es proporcional a la a proximidad que puede reivindicar con respecto a su objeto de estudio.

  2.3 El saber histórico cabe en el ver.


   Tucídides, como Herodoto, privilegian el ojo y la mirada en cuanto fuentes de verdad pero, a diferencia de su predecesor, desestima toda fuente indirecta, el “Decir lo que se dice”. El saber histórico consiste entonces exclusivamente en el ver, este condena al historiador a limitar a su campo de investigación al periodo que le es contemporáneo al lugar donde se sitúa…” Verdadero operador de una elección consciente para sostener la hipótesis que debe verificarse ante el lector. Asi, la lógica del imperialismo ateniense se convierte en el verdadero principio regulador del discurso del historiador que ilustra al lector sobre las coherencias existentes detrás del caos aparente de los conflictos militares.”


   Tucídides construye lo que llegara a ser el esquema mismo de la escritura historiográfica con su lógica a menudo inexorable de una trilogía articulada alrededor de las causas, los hechos, y las consecuencias.  Tucídides pone en escena el choque de las voluntades y los razonamientos.


   El procedimiento más frecuente utilizado por Tucídides a fin de ser aflorar el encadenamiento psicológico consiste en la alternancia del choque de dos intenciones antagónicas: “La historia de Tucídides es una antilogía en acción”.


   La verdadera puesta consiste, por lo tanto, en adquirir una inteligibilidad de lo real, y el discurso del historiador. Tucídides aspira a ellos en suposición por encima de los conflictos descriptos.


   En esta etapa, el discurso del historiador esta frecuénteme marcado por la importancia de la retórica argumentativa. Tucídides ha hecho suya las enseñanzas de Protágoras, para quien en toda cuestión existe dos argumentos contrarios igualmente convincentes, y de su confrontación nace un movimiento dialectico del pensamiento.


   Platón parte de las conclusiones de Tucidides, esto es, la oposición entre fuerza y justicia.


  3. La erudición


   En los siglos XV y XVI, Renacimiento, reexamina y acentúa el corte originado en la antigüedad entre la historia y la literatura. El proyecto de una historia total y la apertura a nuevas fuentes que ya no son exclusivamente literarias se alimentan de la producción de métodos novedoso que se constituyen como otras tantas ciencias auxiliares dela historia.


   El interés histórico por el periodo antiguo que fascina el espíritu del renacimiento se alimenta de los avances de  la arqueología y la numismática y del nacimiento de una gran corriente reformadora en los medios jurídicos. Esta corriente propicia el retorno al derecho romano, estudiado en relación con la evolución social de la época. Estos hombres de toga, que son los nuevos productores y consumidores de la historia, sientan las bases de un método crítico de las fuentes. Seguido el humanismo invita a un retorno a los clásicos a la afición por lo antiguo y a una mirada deslumbrada ante los escritos de los historiadores griegos y romanos.


3.1 La ruptura efectuada por Lorenzo Valla


  Es posible considerar que el gran acontecimiento, decisivo en el vuelco de la noción de verdad, se produce cuando Lorenzo Valla logra determinar la falsedad de la donación de Constantino.


   La demostración de su falsedad se convierte en la piedra angular del método crítico. Filólogo, Valla dedica sus trabajos al establecimiento de una pragmática historia de la lengua latina (1.44O). La importancia de la ruptura generada por Valla puede comprenderse cuando se sabe que en la Edad Media la verdad se establece en función de la autoridad que la posee (En contra del vaticano, el papa).


   La re acusación de Valla se apoya en una crítica erudita de la fuente histórica. Por otra parte, destaca las contradicciones entre el ejercicio de una autoridad temporal y los principios de los evangelios. (El auge de la erudición).


   Por otra parte, el descubrimiento de Valla permitirá la posible discusión de los textos del derecho canónico e inaugurara las controversias de interpretación de los textos sagrados hasta entonces sustraídos al debate y que en el siglo XVI van a alimentar las divisiones religiosas.


   Los historiadores, cuyo trabajo tiene originalmente una relación con la verdad, deben procurar que sus obras sean aceptadas por los poderes de las cortes y las ciudades.


3.2 Poder/saber
   La relación entre poder y saber es entonces estrechamente circular.


   Los historiadores, pese a esas severas restricciones a las expresiones de la verdad, comienzan empero con el transcurrir de la edad media a distinguir entre las fuentes narrativas y las fuentes diplomáticas. La expresión llega a ser omnipresente en diversas formas.


   Guillermo de Tiro escribe en el siglo XII “Si ocultar la verdad de los hechos ya es lo suficientemente grave para descalificar a un escritor, la falta consistente en mancillar la verdad con la mentira y transmitir a la posterioridad crédula un relato que carece de veracidad es mucho más grave. “Por otra parte, sin embargo, el hecho de decir la verdad expone a lo peor y nadie puede denigrar abiertamente a los connitentes o a las autoridades que deben avalar el discurso del historiador, así Guillermo de Maslebury comprueba que quien se propone escribir la historia de sus reyes se encuentra de inmediato en plena mar.Y bajo la amenaza del naufragio.


    Se aprecia entonces hasta qué punto, al lanzarse contra la autoridad más eminente, el papado, Valla realiza una verdadera revolución historiográfica. Consigue sustituir la autenticidad fundada en la autoridad por la autoridad fundada en lo verificado.


   Los textos son ahora iguales en derecho y por lo tanto todos ellos se someten a la mirada crítica. El efecto de este descubrimiento es considerable en doble plano, jurídico y teológico, pues el cuestionamiento de un texto perteneciente al derecho canónico inaugura la discusión posible de los escritos sagrados, hasta aquí sustraídos al debate y la controversia.


4. Nacimiento de la diplomática.
4.1 El lugar de la innovación: Saint-Maur


   Esa forma de escritura de la historia, que se calificara de historia anticuaria desarrolla y codifica las reglas de la crítica de la fuente en el siglo XVII, el lugar de la innovación se sitúa entonces, sobre todo, dentro de la congregación Benedictina de Saint-Maur. Creada en 1618 durante el reinado de Luis XII, esa congregación atraviesa la sazón una profunda reforma cuyo efecto permite el auge de la investigación histórica gracias a la posibilidad brindada a los mauristas de liberarse de una buena parte de las tareas materiales para consagrase más plenamente en el trabajo intelectual.


   El superior, Jean Gregoire Tarrise, fija el protocolo de investigación: Recuperar las actas, fundaciones y posesiones de los monasterios, ocuparse de los gobiernos, de las abadías y de sus reglamentos y costumbres sobre la base de los documentos originales, para poner de relieve las proezas y las curiosidades naturales, enumerar la lista de santos, reliquias y santuarios, mencionar los castigos prodigios, milagros y hechos edificantes y, por último, vincular todas esas informaciones a la historia de la orden y de la iglesia.


  El programa establecido se subdivide en tres partes: El estudio de las antigüedades clásicas, los estudios de las antigüedades nacionales y, por último, una iniciación al método histórico.


   Del conocimiento técnico y la minucia del trabajo de erudición que resultara de ello, derivará la célebre expresión de trabajo de benedictino.


   A fines del siglo XVII, la congregación de Saint-Maur es un verdadero Estado dentro del Estado, con 179 monasterios y tres mil religiosos. Según Momigliano, el trabajo de esos “anticuarios”, a menudo asimilado a un amutuación del gusto, inaugura sobre todo una revolución del método histórico. Esos especialistas en patología y numismática, esos orientalistas, no se reúnen los martes y los domingos a la mañana en la biblioteca de Saint-Germain inquietos por el detalle, sino con la voluntad de acceder a las antiquitates, con la idea de una civilización vuelta a la vida gracias a la reunión ordenada de todos los vestigios del pasado.


4.2. Mabillon
La primera regla asignada a la historia por Mabillon es la búsqueda de la verdad.


   Con él, la historia objetiva, sus métodos. La deontología de la verdad que anima los progresos de la erudición pasa por el trabajo de la prueba, en el reconocimiento y la reutilización de los documentos originales. En ese marco Mabillon establece la superioridad de la pluridad de testimonios sobre la antigüedad y la altura jerárquica de los testigos. Esto exige del historiador un verdadero pacto de sinceridad en su trabajo.


   El estudio erudito se dedica al documento en su contenido pero también presta atención a los soportes materiales utilizados: El tipo de tintas, las hojas de los pergaminos, la figura de las letras, los sellos, las formulas… por medio de la diplomática, Mabillon escribe la historia en la serie de disciplina de acontecimientos y acentúa, por lo tanto, la distancia con la literatura de la cual procede el género histórico, en nombre de las estrictas reglas de conformidad en el abordaje de la masa de los archivos. Con la diplomática desaparecen las disposiciones de los historiadores medievales que yuxtaponen relatos militares y diplomáticos y relatos de prodigios divinos. Con Mabillon, la historia se funde en documentos verificados y allana el camino de un doble esfuerzo archivístico para extraer de ellos las cartas autentificadas que se convertirán en el bien común de la historiografía erudita”. Como escribe Marc Bloch 1681 fue el año de la fundación definitiva de la crítica de los documentos de archivo.


   El trabajo de erudición emprendido por Mabillon, habrá de preparar la clasificación ulterior de las especies de botánicos y zoólogos como Linneo, Jussieu, Cuvier o Geoffroi Saint-Hilaere. “La gramática de los diplomas anticipo el léxico de las floras y las faunas. Pero los límites del método se leen entre líneas en la invitación a una ascesis que se atiene a un estrechamiento del campo de observación, una depuración radical para que el orden se imponga sobre la historicidad.”


4.3 La derrota de la erudición.
 Sin embargo, esta revolución del siglo XVII carece de secuelas inmediatas. El siglo XVIII fue el siglo de la derrota de la erudición. (La erudición volverá a erguirse en un valor cardinal de la investigación histórica a fines del siglo XIX)


5. El discurso del método.


5.1 La profesionalización de la historia.


  En el siglo XIX, llamado “el siglo de la historia”, el género histórico alcanza una verdadera profesionalización al proveerse de un método con sus reglas, sus ritos y sus modalidades particulares de entronización y reconocimiento. Los historiadores de la escuela que suelen calificarse de metódica pretenden ser científicos de pura cepa y anuncian así una ruptura radical con la literatura. En 1880 se crea una licenciatura en enseñanza de la historia que se desvincula de la licenciatura literaria, indiferencia hasta esa fecha.


   Charles-Víctor Langlois y Charles Seignobos, los dos grandes maestros de la ciencia histórica en la Sorbona, introducción a los estudios históricos (1898, llaman “La retórica y las falsas apariencias” o “Los microbios literarios” que contaminan el discurso histórico erudito.)Se impone un modo de escritura que borra las huellas de la estética literaria en beneficio de una estilística casi anónima de valor pedagógico, punto tal, que ese objeto de las puyas de Charles Péguy, quien estigmatiza “El Langlois tal como se lo habla” y reprocha a la historia su punto de la ciencia y su obsesión por la crítica en desmedro de la calidad estética. Se multiplican las revistas especializadas. En primer lugar, jóvenes cartistas fundan la Revue des questiuns historiques en 1866 con el objetivo de llevar a cabo un gran trabajo de revisión histórica para defender los valores del antiguo régimen y la unión de la monarqui y la iglesia. Muy marcada por su pertenencia al campo de los legitimistas, no por ello esta publicación deja de ser una revista erudita de carácter científico. Esta escuela tuvo el mérito de hacer suya la herencia de la erudición.


   Entre fines del siglo XIX y principios del silgo XX  se asiste a una proliferación de revistas especializadas de historia con la creación en 1899 de la Revue de ´ Historie moderne et contemporanie y luego de la revue du XVI siqle, los anales revolutionnaires.


   La profesionalización va a la par con el surgimiento de un nuevo sistema de valores que pone en primer plano la búsqueda de la verdad y la protección de objetividad.


5.2 La escuela metódica.
   Alemania, capaz de organizar una enseñanza universitaria eficaz, y la tradición erudita francesa de los trabajos de los benedictinos, muestran el camino del doble modelo de la historia profesional. “Alemania hizo el aporte más vigoroso al trabajo histórico de nuestros siglos. Alemania puede ser comparada a un vasto laboratorio histórico”
   Todos adhieres a una visión progresista de la historia, según la cual el historiador trabaja al servicio del progreso del género humano. La marcha hacia el progreso se despliega como una acumulación de la labor científica, en un enfoque lineal de la historia, enriquecido por el aporte de la ciencia auxiliar-antropologia, filiologia, compara, numimástica, epigrafía, paleografía e incluso diplomática-que le dan un aspecto cada vez más moderno en el siglo XIX.
   “De tal modo, la historia, sin proponerse otra meta y otro fin que el beneficio extraído de la verdad, trabaja de una manera secreta y segura para la grandeza de la patria, al mismo tiempo que para el progreso del  género humano.”
5.3 Una ciencia a la contingencia.


 La disciplina histórica que se autonomiza en el plano universitario debe pensar su desarrollo al margen de la literatura, de la misma manera que deberá dar la espalda a la filosofía que se constituye en la misma época como una carrera especifica. Así, esta escuela, piensa la historia como una ciencia de lo singular.


   Recuperando la inspiración erudita y su ambición de crítica de las fuentes, Langlois, y Seignobos, escriben juntos las reglas de autentificación de la verdad según los procedimientos de un conocimiento histórico que solo es un conocimiento indirecto, al contrario de las ciencias experimentales: Ante todo se observa el documento.


   Se investiga cómo se fabricó a fin de devolverlo, de ser preciso, a su tenor original y determinar luego su procedencia. Este primer grupo de investigaciones previas, referido a la escritura, la lengua, las formas, las fuentes, etc, constituye el dominio específico de la crítica externa o critica erudita. A continuación toca su turno a la crítica interna: por medio de razonamientos por analogía que en el caso de los principales se toman de la psicología general, esta crítica procura representarse los estados psicológicos por los cuales el autor atravesó el documento. En conocimiento de lo que ese autor ha dicho, nos preguntamos: 1) qué quiso decir; 2) si se creyó lo que dijo, y 3) si tenía motivos para creer lo que creyó”.


Su pedagogía de las ciencias históricas da la espalda a la filosofía para construir las reglas de la profesión del historiador que “hace un trabajo trapero”, provisto de un método cuyo valor heurístico es más pedagógico que especulativo.


5.4. Una inquietud didáctica


Los historiadores de la escuela metódica no fueron los ingenuos que se quiso ver en ellos. Ya no puede decirse que cultivaban un fetichismo del documento y negaban la pertinencia de la subjetividad del historiador. Como lo mostró con claridad Antoine Prost, tenían plena conciencia de que la historia es construcción.


Una escritura puramente ascética y una inquietud esencialmente didáctica, que apartan a los investigadores de toda interrogación sobre la historia como escritura.
Langlois y Seignobos son muy conscientes de que los “hechos” sobre los cuales trabajan los historiadores resultan de una construcción social que conviene poner en perspectiva a través del método crítico de los documentos, tanto desde el punto de vista externo de su autentificación como en el plano interno, también calificado de hermenéutico: “Por eso el arte de reconocer y determinar el sentido oculto de los textos siempre ocupó un gran lugar en la teoría de la hermeneútica”.


Seignobos, que se convertirá en la cabeza de turco de Lucien Febvre, como contraste útil para una mejor promoción del programa de los Annales a partir de la década de 1930, se ajusta bastante a la fecha poco a la caricatura del obsesionado por la historia de las fechas y batallas y puramente políticas que se ha hecho de él. 


Antoine Prost: “el objetivo de la historia es describir, por medio de los documentos, las sociedades pasadas y sus metamorfosis”.


La historia tampoco es para Seignobos, la mera restitución de los documentos presentados como los hechos en su autenticidad, sino muy por el contrario, un procedimiento de conocimiento indirecto, hipotético, deductivo, según el propio autor destaca una vez más en 1901: “Como todo conocimiento histórico es indirecto, la historia es esencialmente una ciencia de razonamiento”.


No vemos a los hombres, los animales, las casas que enumeramos, no vemos las instituciones que describimos. Estamos obligados a imaginarnos a los hombres, los objetos, los actos, los motivos que estudiamos.


5.5. El caso Fustel de Coulanges
Fustel comenzó su carrera de historiador con una obra innovadora consagrada a la ciudad antigua, publicada en 1864. Fundador de la historia. La intención de Fustel es mostrar cómo se constituye y disuelve el lazo social en Roma. Luego del fracaso de Sedán, quiere desvincular a una aristocracia inclinada hacia las libertades de la deriva que constituye el despotismo. 


Construyen entonces un marco binario actuante en la historia, que pone en el otro lado a una aristocracia víctima de los peligros de la democracia.


Fustel se disocia tanto de los republicanos como de los liberales a partir del acontecimiento de 1870, que cumple para el papel de un trauma y lo lleva a adherir al pensamiento tradicionalista.
En ese artículo da muestras de un verdadero culto idolátrico del documento y compara al historiador con un químico. Tanto en historia como en química, se trata de una operación delicada. A través de un estudio atento a cada detalle, desprenderse de un texto todo lo que hay en él y no incorporarle lo que no tiene. El trabajo de discriminación consiste en aislar, depurar y descomponer un texto.


“No hace falta decir que la verdad histórica sólo se encuentra en los documentos”.


Deben proscribirse  todas su implicaciones subjetivas, pues el método seguido solo puede ser estrictamente inductivo y el historiador, por lo tanto, debe dejar sus hipótesis en el guardarropas para ponerse al exclusivo servicio del texto, borrándose por completo. Se considera  entonces que el proceso de conocimiento es directo, resultante del discernimiento de la pura mirada. La vía regia de la historia es, por ende la filología. Fustel restringe la práctica del historiador a un cientificismo reactivo.


“El mejor de los historiadores es aquel que se mantienen lo más cerca posible de los textos y los interpreta con mayor justeza; el que lo escribe y ni siquiera piensa sino a partir de ellos”.

Fuente: La Historia: Conceptos y Escrituras, Francois Dosse

No hay comentarios:

Publicar un comentario