jueves, 27 de diciembre de 2012

De la antigüedad al medioevo Siglo V al VIII

Autor: Salrach
Del estado Romano a los reinos germánicos.En torno a las bases materiales del poder del estado en la antigüedad tardía y la alta edad media.
   Existe la presunción (basada en una lectura personal y ciertamente parcial de las fuentes) de que elementos sustantivos, estructurales,al sistema social vigente a fines del primer milenio, hundían sus raíces en estratos de época baja imperial.Por elementos sustantivos entendemos algunos relativos a la organización,mantenimiento y reproducción del poder, en particular la fiscalidad (ingresos del estado,gasto publico, gestión de las finanzas publicas),pero también del ejercito, la administración de justicia e incluso el lugar de la iglesia - institución en el sistema; y de relativos a la esfera de producción (propiedad de los medios de producción,forma de sustracción,relaciones de producción).
   Propongo pues,no ceder a la tentación de considerar el siglo v como el siglo de la gran ruptura (social y política), proporcionada por la instalación de los germanos en occidente y por la división de la Pars Occidentalis en reinos. Mas bien sugiero considerar el periodo comprendido entre el siglo iii y el siglo ix en termino de evolución lenta.
   Actualmente hay escuelas que siguen pensando  la historia de la Alta Edad Media en términos de continuidad o al menos de lenta evolución. Pierre Bonnassie ha investigado sobre el estatuto de los servi y los castigos corporales que se le infrigian durante la epoca germánica para concluir que en occidente se propuso una larga supervivencia y una tardia extinción del régimen esclavista.

La tesis fiscalista
  Partidarios de la tesis fiscalista según los cuales el sistema de finanzas publicas (Impuestos, gastos y métodos de gestión)creado por los romanos se mantuvo intacto durante el periodo germánico, hasta la época Carolingia, entre otras razones porque los reyes germánicos eran demasiado débiles para crear un nuevo sistema fiscal pero supuesta mente fuertes como para preservar y hacer funcionar, con ayuda de agentes públicos y possessores romano, al que encontraron sobre el terreno.
   Los historiadores fiscalistas entran en contacto y dialogo critico con los "Dogmanialistas". G.Humbert, el primer y único autor de un gran trabajo de conjunto sobre las finanzas publicas del imperio romano, este autor investigo sobre las rentas e impuestos personales, territoriales y comerciales de la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media.
   I.Finley,para quien en el sistema o sociedad antigua el estado era una instancia politica hipertrofiada, que intervenía y encorsetaba la vida social y económica, las investigaciones de los fiscalistas-algunos ideologicamente muy distantes de Finley-tienden a destacar la presencia generalizada de canales fiscales en la geografía y el tejido social de occidente,la realidad viva y no necesariamente asfixiante del impuesto y la implicación de toda la clase dirigente en la gestión de las finanzas publicas durante los siglos III-IX.
   Las investigaciones eruditas, precisas, léxico gráficas y cuantitativas de los historiadores de la escuela fiscalista conducen a pensar que quizás las sociedades europeas de Occidente, hasta el umbral del año 1000,estuvieron estructuradas de acuerdo con lo que podríamos denominar un sistema social antiguo en el que la modalidad dominante de producción o explotación del trabajo seria la tributaria.
   Los fiscalistas rompen con la tradición académica de las edades y se sitúan al caballo del mundo antiguo y del medieval. Sacan así provecho de la historia de la larga duración y de la historia comparada. Observan como cada periodo tiene su propias fuentes: Código legislativo,en el bajo imperio;documentos de la practica cotidiana, crónicas, hagiografia y leyes nacionales,en épocas germánicas, y polipticos y cartularios, en el tiempo del imperio Carolingio. Según los fiscalistas la diversidad de fuentes tiene la inmensa ventaja de ofrecer visiones diferentes y complementarias de una misma realidad. El código teodeciano, informa sobre el engranaje y las normas del funcionamiento del sistema fiscal: La historia Francorum de Gregorio de Turs,se extiende sobre problemas prácticos a quien se enfrentaban autoridades y contribuyentes al torno al impuesto y los polipticos Carolingios-registro fiscales o catrasto esencialmente igual a los libri descriptionum que desde el bajo imperio poseían la administración central,las administraciones locales y los recaudadores para conocer la capacidad contributiva o el montante del impuesto de cada contribuyente. La tesis fiscalista ha de tener sus oponentes. Por un lado se opone a los que considera que el mundo fue feudal desde las invaciones germánicas o desde antes. Aquí las diferencias esenciales giran en torno al colonato que los fiscalistas no consideran una forma de dependencia privada entre potentes y campesinos,generadora de rentas que pueden calificarse de proto feudales,sino simplemente una forma de dependencia fiscal entre personas libres,en el marco de una estructura estatal que desde muy antiguo funcionaba sobre la base de la delegación de autoridades publicas en mano privada. Por otro lado, los fiscalistas entran en contradicción con los partidarios de la supervivencia del esclavismo. De acuerdo con Domenico Vera y muchos otros creen que en una esclavitud domestica pero no rural o masiva ya desde el bajo imperio, y asimilan los servi a una categoría de Coloni , fundamentalmente sometidos a tributacion publica.Por ultimo, discrepan de los domanialistas en el hecho fundamental de que no consideran las villae como grandes dominios, propiedad de un dominios que percibe rentas y servicios de los tenientes de los mansi, sino asentamientos o demarcaciones fiscales donde los contribuyentes jurídicamente libres pero económicamente dependientes están abscriptos, en el sentido de registrados, en unidades fiscales llamadas mansi,bajo la responsabilidad de un Dominus, que es un señor privado a quien el estado ha delegado competencia en materia de recaudación y gestión de fondos públicos.

El bajo Imperio
   Las cuestiones fundamentales que los historiadores se plantean hacen referencia a la presión fiscal. Como es bien sabido Salviano presenta un panorama critico,nadie duda de la corte imperial,las nuevas capitales y el ejercito pero la historiografia actual encuentran testimonios de prosperidad lo cual parece indicar que la presión fiscal no tuvo consecuencias tan dramáticas.Es posible , piensan algunos , que mas que un incremento de la tasa de sustracción se diera un mayor control sobre los contribuyentes y una gestión mas racional de los recursos.

Los ingresos públicos
   Durante el Alto Imperio,todas las tierras pagaban el tributum soli y todos los hombres,menos los ciudadanos romanos el tributum capitis, y parece que esta dualidad impositiva se mantuvo en el bajo imperio a pesar de los adictos y constituciones que extendían la ciudadanía romana a todos los hombres libres del imperio.La reforma de Roclesiano (297), tal como narra con precisión y dramatismo un texto posterior de lactancio, habría consistido esencialmente en una revisión y actualización y general y exhaustiva del catástrofe. El objetivo final era la estimación del valor del capital inmueble o materia imponible de cada contribuyente,en fin de que el estado,pudiera repartir de modo equitativo el precio de sus necesidades presupuestarias,necesidades, por otra parte cambiantes dentro de unos limites. Un jugum era probablemente el equivalente fiscal de una explotación campesina media con un par de bueyes, y en La Galia , unas diez Ha de tierras de labor. En este sentido,el numero de jugas de cada contribuyente (calculado mediante las operaciones de cuentas y de reducción denominadas jugatio)es un indice de su capacidad contributiva.
  
 Lactancio decía los hombres tenían que pagar por su vida. Nos referimos al impuesto personal que grababa la totalidad de la publicación adulta.Los jóvenes pagaban a partir de una determinada edad, quizás doce años y los viejos dejaban de hacerlo a su tiempo, quizás 55 años,pero los hombres tarifaban el doble que las mujeres.
   Un hombre valía o pagaba por un caput y una mujer por medio caput.
   A pesar de la protestas que la percepción de este impuesto suscitaba parece que su montante era débil, equivalente como promedio máximo a una veintena aparte (5%)del montante global del impuesto de cada familia campesina.
   Juga y Capitan eran pues unidades fiscales en base a las cuales se calculaba cada año el montante del impuesto territorial y personal debido por cada contribuyente.
   Los agentes fiscales acabaran simplificando los cálculos y reduciendo a una sola unidad de cuentas,(capitas o jugas)el valor contributivo total de una familia,una demarcación fiscal o una ciudad.
   Puesto que el 80% de una riqueza nacional debía proceder de la tierra , dice Durliat, asi también los recursos públicos. Pero las ciudades,donde debían vivir entre el 10 y 20% de la población total eran grabadas,sus habitantes eran censados y sometidos a capitacion.Los senadores habían de prestar declaración sobre sus personas y bienes en la oficina del conde de liberalidades y satisfacer un impuesto anual denominado Collatio Glebalis,cuyo montaje dependió de la fortuna de cada cual. También,presionados por el prefecto del pretorio,los senadores votaban en obsequio,de hecho un subsidio extraordinario,en favor del emperador con motivo de su llegada al trono o por las quinquennalias.

En todo el imperio se percibían impuestos sobre el tráfico de personas y de bienes. El estado poseía también tierras y otros bienes públicos, que proporcionaban ingresos diversos, o bien porque eran explotados directamente o bien porque eran cedidos en arrendamiento. También todos los bienes de las ciudades podían ser confiscados por el poder central en función de sus necesidades.

El gasto público

El gasto público del bajo imperio puede agruparse en tres capítulos:  el coste de las administraciones municipales, la administración central (gastos civiles y militares) y el culto.
Los gastos municipales eran enormes y de muy distinta naturaleza...Las distribuciones gratuitas de alimento, la venta de trigo a precio público o rebajado en periodos de carestía, los servicios municipales de educación, etc. Para cubrir todos estos gastos y pagar a los funcionarios o trabajadores municipales correspondientes eran necesario grandes ingresos.
La partida de ingresos más importantes procedía del Estado, que asignaba un tercio de sus recursos a las ciudades.

Según diversos estudios, otro tercio de los ingresos del Estado aproximadamente debía asignar el mantenimiento del Estado. En función de las necesidades militares cada provincia se creaban circunscripciones, llamada capitula, para el reclutamiento de las tropas y para desviar una parte del impuesto general (el aurum tironicum) hacia el financiamiento del ejercito.

En cuanto a los gastos civiles de la administración central, Durliat distingue fundamentalmente cuatro partidas: el mantenimiento de las grandes capitales del imperio (Roma, Constantinopla, Milán, Ravena), que en gran parte vivían de la munificencia imperial; la ayuda de muchas otras ciudades, sobre todo cuando atravesaban dificultades; el pago de los salarios de los grandes funcionarios, y el financiamiento de diversos servicios públicos. De todas estas partidas la que más llama la atención es la de los salarios de los grandes funcionarios que probablemente habían de pagar con su dinero a su propio colaboradores.

La tesis de Durliat es que las iglesias y el Estado son realidades  moderadamente autónomas pero no separables. En la medida en que el cristianismo sustituyó al paganismo religión del Estado, como marco ideológico global heredó sus funciones ideológicas e institucionales, y obtuvo, en contrapartida, las asignaciones presupuestarias o dotaciones (tierras o impuestos sobre tierras) correspondientes al al mantenimiento del culto. Los bienes de la Iglesia, aunque gestionados autónomamente, no son separables o distintos de los bienes del Estado.

El emperador cristiano, que consideraba la iglesia como un servicio público y las iglesias como edificios públicos, se sabia con derecho a llevar la dirección administrativa de la institución, a pilotar la nave cristiana y a imponerse como árbitro en las querellas conciliares. La inserción del cristianismo, como religión oficial, en la máquina general de la administración imperial, tenía sus ventajas. 

Los recursos de la iglesia del Bajo Imperio eran de origen diverso, pero, según Duliart, en contra del parecer de Gaudamet, los procedentes de la caridad privada apenas cuentan al lado de los bienes y rentas del Estado asignados al culto por el emperador y sus colaboradores.